Diarios. A ratos perdidos 3 y 4 by Rafael Chirbes

Diarios. A ratos perdidos 3 y 4 by Rafael Chirbes

autor:Rafael Chirbes [Chirbes, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-15T00:00:00+00:00


10 de mayo

Ayer hablaba de la grisura de Madrid que el verano devuelve y hoy me digo que esa es ya una ciudad inexistente, que solo pervive en el recuerdo, en el interior de algunas cabezas como la mía, en los libros. En realidad, el Madrid del verano es el de los turistas rojos como gambas a la plancha merodeando en torno al Prado, sesteando tumbados en los bancos del paseo, chapoteando en las fuentes; el de las terrazas nocturnas que se abren al asfalto como a una playa, etc., un Madrid trivial, del que han robado el atrezo del drama y escondido a los personajes de la función galdosiana, valleinclanesca o barojiana que se representó en sus calles. Y, sin embargo, yo me empeño en creer que algo de eso permanece, y rezuma en la sordidez que exudan ciertos barrios, en la desolación que se apodera de la ciudad algunos días. Pero eso le pasa también a París: si uno se da una vuelta por el Sentier, por las calles que van entre la Porte de Saint-Martin y République, por Barbès, aún quedan a la vista estratos de la miseria geológica del París que tan bien conocí en mi primera juventud, hoy reconvertidos en formas posmodernas de abandono. Aunque el maquillaje de París ha sido de mejor calidad, la ciudad se ha afeitado mejor, ha reconvertido con mejores materiales los que ya eran superiores: desde luego, por el poder del dinero, por supuesto, pero quizá también por una tendencia natural a lo promiscuo, que a Madrid —aunque ahora presuma de mestizaje— le llegó con cuentagotas y tarde. No fue promiscuidad el hacinamiento en los barrios extremos de pobres llegados desde cualquier poblachón de la península a lomos de un viento de miseria, esos extrarradios no acababan de ser ciudad. Aún hoy, a los vehículos colectivos que llevan a esas barriadas la gente no los llama autobuses, como a los que circulan por el centro de la ciudad, sino camionetas, que es una palabra que parece referirse al transporte de mercancías de una población a otra, aquellos tipos a los que se conocía con el nombre de ordinarios, y eran los que se encargaban del transporte regular de mercancías en las poblaciones carentes de ferrocarril. Los concejales de transportes lo entendieron muy bien y llamaron suburbano al primer metropolitano que llegó a esos barrios: aunque se trataba de suburbios más nobles, estaban uno o dos escalones por debajo de la ciudad.

Sigo con Il piacere. Ya en esta novela temprana, D’Annunzio exhibe antisemitismo. Sin venir a cuento en el desarrollo de la novela, los protagonistas se encuentran con un entierro que se dirige al «cimitero degli Israeliti. Era un funerale muto e fredo. Tutti quegli uomini, dal naso adunco e dagli occhi rapaci, si somigliavano tra loro come consanguinei» (pág. 98). El libro aspira a ser un manifiesto estético del egotismo. En la descripción que hace del cielo (pág. 132), uno tiene la impresión de que el artista —D’Annunzio, o su protagonista, qué



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